Problema global, solución global.
En
abril de 2014, la OMS publicó el primer informe global sobre resistencia
antimicrobiana y advirtió que, de no tomarse
medidas serias y prontas, podríamos enfrentarnos a un mundo post-antimicrobianos.
El informe se elaboró con los datos aportados por instituciones sanitarias de
114 países y señala que nuevos mecanismos de RAM aparecen todo el tiempo y se
dispersan globalmente, lo cual compromete nuestra posibilidad de tratar muchas enfermedades infecciosas
comunes, resultando en la muerte o la incapacidad permanente de personas que
hasta hace poco podían curarse y seguir su vida normalmente. Entre otras cosas,
la OMS dice en el informe que siete tipos de bacterias que comúnmente causan
enfermedades graves como infecciones de la sangre, tuberculosis y gonorrea
presentan altos niveles de resistencia en todo el mundo.
En
los Estados Unidos cada año se infectan más de dos millones de personas con
cepas de bacterias resistentes a antimicrobianos, cifra mayor que la de personas
que contraen cáncer. Y si se compara cómo evolucionan las infecciones de la
misma enfermedad, pero causadas por cepas susceptibles al tratamiento antimicrobiano
y cepas resistentes al mismo, los pacientes con bacterias resistentes tienen casi
el doble de probabilidad de morir por la infección. Además, el tratamiento contra
los microbios resistentes no sólo es más prolongado y caro —lo cual ejerce gran
presión sobre los servicios de salud—, sino que los pacientes que los albergan permanecen
infectivos durante más tiempo, con lo que aumenta el riesgo de que contagien a
otras personas con cepas de bichos resistentes.
En muchos sentidos, la resistencia antimicrobiana es
un fenómeno semejante al cambio climático: ambos operan a escala global y los
humanos somos en buena medida responsables de su ocurrencia. Para la RAM, al
igual que en el cambio climático, no existen las fronteras, y las acciones de
un país afectan a muchos otros. Sin embargo, una diferencia fundamental entre
ambos fenómenos es que el cambio climático podría afrontarse con la tecnología
actual pues existen alternativas para obtener energía sin la necesidad de quemar
combustibles fósiles. En cambio, no contamos con la tecnología para contrarrestar
la RAM inmediatamente: no se han desarrollado nuevos tipos de antibióticos
desde hace 30 años. Las alternativas a los antimicrobianos, por ejemplo, microbios
benéficos para nuestra salud que se adicionan a los alimentos —llamados probióticos—,
o sustancias que nutren a microorganismos también benéficos que viven en el
intestino —prebióticos—, o bien la terapia con fagos (virus que infectan y
matan bacterias) son, aun, experimentales.
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Referencias Bibliográficas:
OMS.
En: Un informe de la OMS confirma que el
mundo se está quedando sin antibióticos [en línea]. Actualizado septiembre
20, 2017. [Fecha de consulta: abril 25, 2019]. Sitio web: https://www.who.int/es/news-room/detail/20-09-2017-the-world-is-running-out-of-antibiotics-who-report-confirms
OMS.
En: Los líderes mundiales se comprometen
en la ONU a abordar la resistencia a los antimicrobianos [en línea].
Actualizado septiembre 21, 2016. [Fecha de consulta: abril 25, 2019]. Sitio web:
https://www.who.int/es/news-room/detail/21-09-2016-at-un-global-leaders-commit-to-act-on-antimicrobial-resistance
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